Andalucía Romana


 LA ANDALUCÍA ROMANA


Tras la derrota de Cartago en la Segunda Guerra Púnica, los cartagineses abandonaron Hispania y su presencia fue sustituida por la de los romanos, quienes tuvieron que hacer frente ante la presencia de los turdetanos en el 7 a.C. Como consecuencia de la victoria romana, el territorio peninsular se dividirá entre las provincias de la Hispania ulterior y citerior.

En el 27 a.C. con la reorganización imperial de Augusto, Hispania quedó dividida en tres provinvias: la Bética, Tarraconense y la Lusitana.
La Bética se da desde una provincia senatorial (cierta independencia política) dirigida por un procónsul con capital en Corduba (Córdoba).
La Bética tomó su nombre del río Betis (Guadalquivir) y tuvo una importante aportación al conjunto del Imperio Romano tanto económica como cultural y políticamente. En el terreno económico fue muy significativa la extracción de minerales (oro, plata, cobre y plomo) y la agricultura.
En el terreno político, la Bética fue durante mucho tiempo una provincia senatorial que por su alto grado de romanización, dependia del poder politico del Senado y no del militar. Además, dió a Roma los emperadores Trajano y Adriano, que remanecen de Itálica y al filosofo cordobes Seneca.

La Bética era una de las provincias más dinámicas del Imperio y de las mas desarrolladas al ser ricas en recursos y estar profundamente romanizado. Esta romanización se vió recompensada por la concesión del emperador Vespasiano de los derechos de ciudadanía romana. La asimilación de la cultura romana también propició una temprana cristianización que arraigó fuertemente en las zonas costeras y fue marcando un nuevo desarrollo cultural en toda la Península. En el siglo IV el cristianismo pasó a ser admitido y más tarde proclamado religión oficial y única permitida celebrandose en tierras beticas el concilio de Elvira.


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